Centro Allan Kardec | Asociación Civil, Argentina
ESPIRITISMO
El
Espiritismo
no
es
un
descubrimiento
moderno;
los
hechos
y
los
principios
en
que
descansa
se
pierden
en
la
oscuridad
de
los
tiempos,
porque
no
sólo
se
encuentran
sus
huellas
en
las
creencias
de
los
pueblos,
en
todas
las
religiones,
en
la
mayor
parte
de
los
escritores
sagrados
y
profanos,
sino
que
los
hechos
incompletamente
observados
han
sido
interpretados
con
frecuencia
con
arreglo
a
las
ideas
supersticiosas
de
la
ignorancia,
y
sin
haber
deducido
de
ellos
todas las consecuencias.
En
efecto,
el
Espiritismo
está
fundado
en
la
existencia
de
los
Espíritus,
pero
no
siendo
éstos
más
que
las
almas
de
los
hombres,
desde
que
hay
hombres
hay
Espíritus.
El
Espiritismo,
pues,
ni
los
ha
descubierto
ni
inventado.
Si
las
almas
o
Espíritus
se
manifiestan
a
los
vivos,
es
porque
esto
es
natural,
y
desde
luego
han
debido
hacerlo
en
todas
las
épocas;
así
es
que
todas
ellas
y
en
todas
partes
se
hallan
pruebas
de
sus
manifestaciones,
las
cuales
abundan,
mayormente,
en
los
relatos
bíblicos.
“Lo
moderno
es
la
explicación
lógica
de
los
hechos,
el
conocimiento
más
completo
de
la
naturaleza
de
los
Espíritus,
de
su
misión
y
de
su
modo
de
obrar,
la
revelación
de
nuestro
estado
futuro,
y
en
fin
su
constitución
en
cuerpo
científico
y
doctrinario
y
sus
diversas
aplicaciones.
Los
antiguos
conocían
el
principio,
los
modernos
conocen
los
detalles.
En
la
antigüedad
el
estudio
de
esos
fenómenos
era
privilegio
de
ciertas
clases
que
no
los
revelaban
más
que
a
los
iniciados
en
sus
misterios;
en
la
Edad
media,
aquellos
que
se
ocupaban
de
ellos,
ostensiblemente,
eran
mirados
como
hechiceros
y
se
les
quemaba;
pero
hoy
no
hay
misterios
para
nadie,
a
nadie
se
quema,
todo
se
hace
a
la
luz
del
día,
y
todo
el
mundo
está
dispuesto
a
ilustrarse
y
a
practicar;
porque
en
todas
partes
se
encuentran
médiums
y
cada
uno
puede
serlo,
más
o
menos.
La
doctrina
que
enseñan
hoy
los
Espíritus
no
tiene
nada
de
nuevo;
se
encuentran
fragmentos
de
ella
en
la
mayor
parte
de
los
filósofos
de
la
India,
de
Egipto
y
de
Grecia,
y
completa
en
la
enseñanza
de
Cristo.
¿A
qué
viene,
pues,
el
Espiritismo?
A
confirmar
con
nuevos
testimonios,
a
demostrar
con
hechos,
verdades
desconocidas
o
mal
comprendidas,
y
a
restablecer
en
su
verdadero
sentido
aquellas
que
han
sido
mal interpretadas o voluntariamente alteradas.
Cierto
es
que
el
Espiritismo
no
enseña
nada
nuevo,
¿pero
es
poco
probar
de
una
manera
patente
e
irrecusable
la
existencia
del
alma,
la
supervivencia
al
cuerpo,
su
individualidad
después
de
la
muerte,
su
inmortalidad,
las
penas y las recompensas futuras?
Bajo
el
punto
de
vista
religioso,
el
Espiritismo
tiene
por
base
las
verdades
fundamentales
de
todas
las
religiones:
Dios,
el
alma,
la
inmortalidad,
las
penas
y
las
recompensas
futuras;
pero
es
independiente
de
todo
culto
particular.
Su
fin
es
probar
la
existencia
del
alma
a
los
que
la
nieguen
o
duden
de
ella;
que
sobrevive
al
cuerpo,
y
que
sufre
después
de
la
muerte
las
consecuencias
del
bien
o
del
mal
que
ha
hecho
durante
la
vida
corporal,
lo
cual
pertenece
a
todas
las
religiones.
Como
creencia
en
los
Espíritus,
es
igualmente
de
todas
las
religiones,
de
la
misma
manera
que
es
de
todos
los
pueblos,
puesto
que
donde
hay
hombres,
hay
almas
o
Espíritus,
y
puesto
que
las
manifestaciones
son
de
todos
tiempos,
y
su
relato
se
encuentra
en
todas
las
religiones
sin
excepción.
Se
puede
ser,
pues,
católico,
griego
o
romano,
protestante,
judío
o
musulmán,
y
creer
en
las
manifestaciones
de
los
Espíritus;
y
por
consiguiente,
ser
espiritista;
la
prueba
está
en que el Espiritismo tiene adeptos en todos los sectores.
Como
moral,
es
esencialmente
cristiana,
porque
la
que
enseña,
no
es
más
que
el
desarrollo
y
la
aplicación
de
la
de
Cristo,
la
más
pura
de
todas
y
cuya
superioridad
no
es
negada
por
nadie;
prueba
evidente
de
que
es
la
ley
de
Dios,
y que la moral está a disposición de todo el mundo.
Siendo
independiente
el
Espiritismo
de
toda
forma
de
culto,
no
prescribiendo
ninguno,
y
no
ocupándose
de
dogmas
particulares,
no
es
una
religión
especial,
porque
no
tiene
sacerdotes
ni
templos.
A
los
que
le
preguntan
si
hacen
bien
o
mal
en
seguir
tal
o
cual
práctica,
responde:
si
creéis
vuestra
conciencia
obligada
a
hacerlo,
hacedlo;
Dios
toma
siempre
en
cuenta
la
intención.
En
una
palabra,
no
se
impone
a
nadie;
no
se
dirige
a
los
que
teniendo
fe
están
satisfechos
de
ella,
sino
a
la
numerosa
categoría
de
los
vacilantes
e
incrédulos;
no
los
arrebata
a
la
Iglesia,
puesto
que
moralmente
se
han
separado
de
ella
total
o
parcialmente;
les
hace
recorrer
las
tres
cuartas
partes
del
camino para volver a aquélla, a la cual toca hacer lo demás.
Es
verdad
que
el
Espiritismo
combate
ciertas
creencias,
tales
como
las
penas
eternas,
el
fuego
material
del
infierno,
la
personalidad
del
diablo,
etc.;
¿pero
no
es
verdad
que
estas
creencias,
impuestas
como
absolutas,
han
hecho
en
todos
tiempos
incrédulos
y
los
hacen
en
nuestros
días?
Y
si
el
Espiritismo,
dando
a
estos
y
a
otros
dogmas
una
interpretación
racional,
conduce
a
la
fe
a
aquellos
que
la
abandonan,
¿no
presta
un
servicio
a
la
religión?
Así
es
que
un venerable eclesiástico decía con respecto a este asunto:
“El
Espiritismo
hace
creer
algo,
y
vale
más
creer
algo
que
no
creer nada”.
No
siendo
los
Espíritus
más
que
las
almas,
no
pueden
negarse
aquéllos
sin
negar
éstas;
admitiendo
las
almas
o
Espíritus,
la
cuestión
reducida
a
su
más
simple
expresión
es
ésta:
¿las
almas
de
aquellos
que
han
muerto,
pueden
comunicarse
con
nosotros?
El
Espiritismo
prueba
la
afirmación
con
hechos
materiales:
¿qué
prueba
puede
darse
de
que
no
sea
posible?
Si
lo
es,
todas
las
negaciones
del
mundo
no
impedirán
que
lo
sea,
porque
esto
no
es
ni
un
sistema,
ni
una
teoría,
sino
una
ley
de
la
naturaleza,
y
contra
las
leyes
de
la
naturaleza
es
impotente
la
voluntad
del
hombre.
Es,
pues,
preciso
aceptar
de
buen
o
de
mal
grado
las
consecuencias
y
conformar
a
ellas
sus
creencias
y
sus
costumbres.
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